Los árboles, el viento, el saludo de tu mascota, las aves al amanecer, las voces de tu familia… Todos tienen algo en común. Algo que no se puede ver ni tocar, algo que a veces nos da paz y nos reconforta y en otras nos puede provocar ansiedad. Nunca se repiten y nunca son iguales, pues se ven alterados por el entorno y el momento específico en que se producen.
El sonido ha sido fuente de inspiración para diversos artistas y creadores y estos son los ejemplos que he elegido para ilustrar el resultado de sus exploraciones y sus investigaciones…
Esta entrada acompaña al cuarto episodio de «Gabinete de Curiosidades Fantásticas», si aún no has tenido la oportunidad de escucharlo, lo encontrarás esperándote aquí o en tu plataforma favorita para escuchar podcasts.
El primero que te quiero compartir es el de los hermanos franceses François y Bernard Baschet, quienes en 1952 decidieron — luego de estudiar a profundidad los conocimientos matemáticos y físicos de siglos pasados para aplicarlos en procesos que nunca nadie había usado antes para producir sonidos — inventar nuevos instrumentos que mezclaran las artes visuales y la música.
François y Bernard Baschet, sentados frente a una de sus esculturas sonoras en una fuente del Barbican Centre, en donde celebraron una exposición retrospectiva. Londres, 1983.
Así es como crearon sus «esculturas sonoras», objetos que resultaban mitad decorativos y mitad musicales o en otras palabras: esculturas para hacer música. Estos artefactos al unir el sonido y la forma permitían que cualquier persona que interactuara con ellas, sin importar si sabían tocar un instrumento o tenían conocimientos musicales pudieran construir sus propias sinfonías con posibilidades casi infinitas.
Diferentes tipos de esculturas sonoras Baschet.
Mi segundo ejemplo es un poco diferente del anterior, pues aquí los sonidos no son producidos por las personas, si no por la naturaleza misma. La idea original de este proyecto pertenece a Birgit Õigus y se titula «Ruup» (megáfono, en estonio) , y se compone de tres inmensos megáfonos de madera colocados en medio de un bosque de Estonia, creando una instalación sonora que amplifica de manera muy peculiar los sonidos del lugar.
Birgit Õigus. «Ruup», estructura escultórica en madera.
Estos conos gigantescos, que miden 3 metros de diámetro en su parte más amplia, funcionan como amplificadores naturales y están colocados en una especie de triángulo para comunicarse también entre sí. En su punto central, en donde gracias a la distancia y al ángulo en el que están colocados, el volumen de los sonidos amplificados alcanza su punto más alto.
Para terminar, te voy a hablar de una pieza musical, que casualmente se estrenó el mismo año en que los hermanos Baschet comenzaron a idear sus esculturas sonoras. En 1952, el músico neoyorkino John Cage realizó su composición más conocida y más discutida, titulada «4’33"». John, luego de intentar experimentar sin éxito el silencio absoluto, llegó a la conclusión de que el concepto de silencio como nos lo imaginamos es algo inalcanzable, que en realidad el verdadero silencio es la ausencia de intención sonora, y esta reflexión dió origen a la pieza 4’33".
4’33" tiene una partitura que fue escrita para ser tocada con cualquier instrumento o combinación de instrumentos, se divide en tres movimientos que no tienen una duración específica, y ordena al o a los intérpretes que no toquen sus instrumentos durante toda la obra, así es, no deben tocar absolutamente nada.
La pieza entonces se compone de los sonidos del entorno en el que se interpreta y obliga a las personas que están escuchando a formar parte de la misma y a prestar atención a los sonidos que los rodean, creando una experiencia auditiva única y que nunca se repetirá de la misma manera.
Portada de la partitura original de «4’33"», escrita a mano por John Cage.
Esta pieza ha sido interpretada, entre muchos otros, por la Orquesta Sinfónica de Berlín, por la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Nacional de Quito-Ecuador, por la Orquesta sinfónica de Londres, por un sinfín de solistas profesionales, por bandas de metal, por músicos amateurs y ¡hasta por un gato!
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